Una opinión sobre el notariado costarricense
Del Dr. Herman Mora transcribimos esta reflexión sobre el notariado, sus dificultades, retos y las instituciones que, para bien y para mal, impactan su ejercicio.
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«El salón estaba tan atiborrado como sofocante y una pregunta tan inocente, me resultaba la verdad; cansona. Sin embargo, a lo largo de los años, aquel ingenuo cuestionamiento ha replicado en mi mente con constancia, como una gotera de un grifo en una noche callada… Profesor ¿Que se requiere para llegar a ser un buen notario? Preguntó el inquieto estudiante.
En mi caso solo puedo asumir el cuestionamiento desde la óptica de profesor o dentro del marco de la academia, no como notario público, ya que hay cientos de ellos en el país, que podrían contestar dicha pregunta de manera más satisfactoria dado su eficiente ejercicio. Lo cierto es que con el paso del tiempo he pensado con frecuencia en aquella pregunta, y concluyo en lo siguiente:
Lo primero es el estudio. La imprescindible necesidad del conocimiento aplicada al ejercicio diario de la profesión. La actualización en el vertiginoso mundo de los cambios, emanados principalmente de las instituciones, es indispensable. El sobreviniente torbellino de directrices, circulares, reglamentos, leyes, etc, obligan a una labor de constante estudio y actualización diaria del notario en su función. Son muchísimas las normas que debe el notario emplear en su ejercicio. Fuentes jurídicas dentro de las ramas del derecho de familia, tributario, penal, civil, administrativo, registral y por supuesto notarial. Pero más aún, se debe tener un manejo adecuado de las circulares del Registro pertinentes en el ejercicio cartular, de los lineamientos y directrices de la Dirección Nacional del Notariado y del Consejo Superior Notarial, y por supuesto de la jurisprudencia del Tribunal Notarial. Como vemos, es toda una constelación de información.
En segundo término pienso que es una función en la que se debe de ser especialmente cuidadoso y meticuloso. Pulido en el detalle y concienzudo en todos los aspectos que conlleva su actuación, tanto antes como después del ejercicio. La función del notario es de extremado celo, y lamentablemente hay que decirlo, también de desconfianza, ya que ante su despacho se presentarán inescrupulosos que tratarán de timarlo, y aunado a esto son tantas las vicisitudes, los laberintos jurídicos, los escollos que intervienen en una vida cada vez mas dinámica y enmarañada, que se requiere excesivo orden. No olvidemos que somos documentadores, de aquellos legajos que nos dotan de fe y nos sirven como respaldo (una obligación del notario es la de conservar aquellos documentos de respaldo hasta por un término de diez años).
Finalmente la última pero no menos importante de las esencias funcionales, es la conciencia. A mi juicio, esa íntima convicción que con frecuencia se presenta desdibujada en la realidad, que nos señala si lo que estamos haciendo es correcto o no, si es prudente o no, si afectará a otros, etc. A veces tengo la sensación de que la conciencia brota de una alianza entre el cerebro y el espíritu. Lamentablemente, en muchos casos, la conciencia deviene de la experiencia y no al revés.
Dentro de estos parámetros, que a mi juicio encauzan los requisitos básicos del notario, sobreviene otro aspecto, y es analizar, qué factores o elementos componen lo notarial. ¿Qué es lo notarial? ¿Cuáles son los protagonistas del quehacer notarial? Por un lado, los usuarios del servicio notarial, es decir nuestra famosa sociedad civil, incluyendo a las empresas y también al usuario de a pie. En segundo término las instituciones, y finalmente, por supuesto el gremio de los Notarios.
En relación al primero, tengo una sensación que se me ha instalado como un vértigo. El general descontento de los usuarios con el servicio que prestamos, no siempre injusto o desacertado. Además de esa maña popular enmarcada del devenir histórico de confundir al abogado con el notario.
En segundo término, las instituciones, que aprisionan al notario. Aquí conviene hacer una reflexión pormenorizada del rol que a mi juicio han desempeñado las instituciones en relación a lo notarial.
A. El Colegio de Abogados. Recalado básicamente con el ejercicio de la abogacía, le ha prestado históricamente poca atención al notariado, el que hasta hace poco era considerado más bien un oficio, lejos de la compleja especialidad que es ahora.
B. El Registro Nacional. Una reinante multiplicidad de criterios, que aún prevalece. Corto en el cambio, a no ser que éste sea tecnológico, pero anquilosado en lo jurídico. El registrador se encuentra, como es natural, desembarazado de las congojas notariales y por ende del tráfico jurídico; de allí que sea frecuente encontrar indolencia por atender lo vertiginoso de las relaciones jurídicas y poca preocupación al señalar un defecto en un documento que realmente no lo es. El registrador debe ser auxiliar del trafico jurídico, no su obstáculo.
C. El Banco Nacional. Nunca ha sido el banco de los notarios, y el fondo que administra, no es más que un trámite absurdo e infructuoso, que sin dudas merece una reforma. Son frecuentes las inconsistencias entre los datos que ofrece y su realidad.
D. Las Universidades. A mi juicio, y sin lograr encontrar verdaderas excepciones, siguen enseñando raquíticamente el estudio del Derecho Notarial. Se instala en la sociedad, la marcada sensación de que el requisito del posgrado para ser notario, no llegó ni cercanamente a cumplir con las expectativas que se desea, cual era un verdadero asesor jurídico y experto en la catulación.
E. La Dirección Nacional del Notariado y el Consejo Superior Notarial.
De marcado corte administrativista, se encuentran necesitados de mejorar criterios notarialistas. Su función, asignada por la ley, no es la defensa o representación del Notario ni del gremio, pero provoca una sensación de perseguibilidad, ya que no están dotados de una semblanza facilitadora, ni ofrece una verdadera posibilidad que auxilie el ejercicio. Pienso que desde el punto de vista contralor, la Dirección se ha enfrascado, (por lo menos hasta hace poco tiempo era así) en perseguir al notario artesano, dejando que escaparan los grandes tramposos.
G. El Juzgado y el Tribunal Notarial. Dada mi postura, (de abogado litigante) es frecuente que me encuentre insatisfecho con los fallos que emiten. Sin embargo, debo destacar la profundidad y esmerado análisis que se le dan al tratamiento de algunos asuntos. Por la gran cantidad de Notarios, por el exacerbado empleo de los remedios procesales y la atención a lo referente al debido proceso en nuestro país, es que desde su inicio, a la cabeza del Lic. Juan Federico Echandi, especialmente, se ha obtenido una considerable producción, y de buen nivel, de doctrinal jurisprudencia. Sin embargo como ha de ser advertido los procesos tardan demasiado, siendo que en algunos casos, se podría ser más expedito, dado, especialmente, lo enmarañado de algunas denuncias.
Dentro de este escenario, nada alentador, se desenvuelve el notario como un espadachín aprisionado por las circunstancias y las condiciones. Es claro que dentro del gremio hay importantes defraudadores de la fe pública, estamos conscientes de eso, tanto como de la necesidad de un cuerpo que nos ayude, defienda, represente. Estamos ausentes del Chapulín Colorado, sin saber, ¿Ahora quién podrá defenderos? No sé … tal vez sea el momento de pensar en un Colegio de Notarios. A lo mejor… «
Artículo escrito por el Dr. Herman Mora Vargas. Experto en Derecho Notarial. Coredactor del Código Notarial. Redactor del Libro Manual de Derecho Notarial. Miembro de la Academia Notarial Americana. Profesor universitario en varias universidades de América Latina.
Mariano Castillo Bolaños • 01 septiembre, 2015
Con la entrada en vigencia del artículo 2 del Código Notarial en el año 1998, 5 años despues señala la Sala Constitucional, voto: 1655-03
III.- En relación con el tema objeto de discusión, debe recordarse que una persona graduada en Costa Rica obtiene de manera simultánea los títulos académicos de abogado y de notario, circunstancia que se debe a razones históricas